01 May Creación
1 de Mayo del 2015
Publicado por Grupo Reforma
La creación de empresas poco tiene que ver con la administración de empresas, hasta pueden resultar mutuamente excluyentes. El emprendedor es disruptivo, irreverente y usualmente caótico, mientras que el administrador es promotor de la continuidad, la institucionalidad y, sobre todo, del orden.
La empresa con orientación emprendedora tiene entre sus virtudes la flexibilidad y la sensibilidad a los cambios en el entorno. Es un ser vivo que se la pasa reacomodándose buscando “lo nuevo” y no tiene empacho en probar cosas o en invertir en experimentos. El reto es el seguimiento y la implementación de iniciativas en función de que la fuerza emprendedora tiende a “aburrirse” con la redundancia. Sin contrapesos, su dark side la acaba llevando a una explosión frente al número arrollador de iniciativas.
La empresa con orientación eficientista tiene entre sus virtudes un proceso instalado de implementación y optimización de recursos. Es una entidad que año tras año incrementa su productividad, como si su vida dependiera de eso. El reto es la erosión de la propuesta de valor o de su mercado meta y las agresiones competitivas. Su dark side la acaba llevando a una implosión de ensimismamiento ante una pérdida de flexibilidad para adaptarse al entorno.
Las orientaciones emprendedora o eficientista vienen directamente de los directivos que las manejan y sus ciclos personales.
Una empresa es una extensión de la personalidad de sus líderes o de sus estados y emociones. Así como hay personas apasionadas, innovadoras, ansiosas o depresivas, también hay empresas con propensiones o estados.
Aquí conviene mencionar dos grandes categorías de emociones.
Las emociones núcleo tienen que ver con la creatividad, el gozo, el enojo, la tristeza y el dolor emocional. Estas emociones son la fuente del espíritu potenciado, equivalente a la visión de los griegos con su énfasis a la intensidad de vida. Esta energía se centra en el aquí y el ahora. Desde un punto de vista psicológico, se trata de la fuerza del id, la vitalidad instintiva conforme la describía Freud; aquí radican el “quiero” o el “no quiero”.
Cuando estas actividades núcleo se experimentan, llevan a una sensación de expansión, alivio y claridad.
Las emociones de contención frenan o inhiben; aquí están vertidas la socialización, el recato y el descuento de las emociones núcleo. Estas emociones son las impuestas por el entorno o auto-impuestas en base a la introyección de mandatos o algunas formas de neurosis. En el lenguaje freudiano es una combinación del superego y el ego. Emociones como la vergüenza, la culpa y la ansiedad, sirven para bloquear la experiencia de las emociones núcleo; aquí radica el “no puedo”.
Cuando estas emociones de contención se experimentan, llevan a una sensación de baja energía, tensión y confusión.
Ante estos dos polos se manifiesta la tensión: por un lado está la fuerza de la creación y la experiencia emocional intensa, y por el otro la fuerza de la contención y la experiencia emocional refrenada.
Nuestras acciones y decisiones pueden provenir entonces de la parte fuerte y la potencia creativa -que quiere manifestarse- o pueden venir de la parte ansiosa y débil -que quiere a toda costa la aceptación convencional.
En este punto es donde se desmarcan los emprendedores del resto: la fuerza creativa y las emociones núcleo acaban por subordinar a la necesidad de la aceptación.
Los emprendedores persisten como artistas compulsivos, sin embargo los más acertados saben que para tener éxito requieren darle espacio a la energía conservadora que la administración puede aportar.
horaciomarchand@marchandyasociados.com
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